Hace poco, en unos grupos que coordiné en España, les pedí a los participantes que escribieran en un papel algunas frases que “escuchan” o se dicen internamente en sus momentos malos. He aquí algunas de ellas:
“no tengo ninguna salida”, “siempre cometo los mismos errores”, “todo es un asco”, al final siempre estás solo (a)”, “todo es mentira”, “todo me sale mal”, “siempre me comporto como una tonta”, “nunca estoy satisfecha con nada ni nadie”, “todos los hombres son machistas”, “todas las mujeres son coquetas”, “los hombres no muestras sus emociones”, “nadie me quiere”, “soy un desastre”, “nunca consigo que alguien me quiera de verdad”, “siempre fracaso”, “siempre pasa lo mismo”.
Miradas fríamente, estas frases son bastante equivocadas, y aun mentirosas. El problema es que, cuando alguien las dice, actúa como si fueran verdad; en ese momento siente “como si” fuera real lo que implica. También el estado emocional puede motivar que surja la frase, la que a su vez empeora el estado y así sucesivamente, o mejor, recursivamente. En ese momento, la retroalimentación entre producción verbal interna y estado emocional kinestésico puede ser de tal magnitud que resulta prácticamente imposible abordar a la persona desde afuera. Es un trance hipnótico autogenerado. Por lo demás esto no tiene nada novedoso. Gran parte del así llamado entrenamiento “asertivo” consiste en repetirse internamente algunas frases “positivas”, con lo cual se supone que la persona entra en un estado emocional positivo de autoafirmación. También es un trance auto hipnótico.
FUENTE: “Lenguaje, enfermedad y pensamiento” Francisco Huneeus Cox. Editorial cuatro vientos. 2004