Fuente: Omar Biscotti. “Terapia de pareja. Una mirada sistémica”. Editorial Lumen Humanitas. 2006.
La fidelidad es una del as bases de la pareja occidental, ya que se conforma como monógama. No vamos a entrar aquí a considerar las motivaciones sociales y económicas que determinaron esta estructura, sino los aspectos psicológicos, contextuales y relacionales.
Es bien conocido que, en la pareja latina, la infidelidad es más “permitida” para el varón que para la mujer; esto obliga a que aquél la considere como una afrenta imperdonable hacia “él”, mientras que la mujer debe tender a “comprender” y, por consiguiente, perdonar.
Muchas veces, para evitar esta situación, se instala la infidelidad a sabiendas, pero como si no existiera: de eso no se habla.
Hay parejas que instalan la infidelidad de uno de los integrantes como parte del juego relacional permanente, a modo de cierto regulador del equilibrio. Esto puede ir acompañado del “yo no sé” del otro cónyuge (¿complicidad?) o de periódicas escenas de celos y berrinches por el “desliz”, que habitualmente comete el hombre.
Estas situaciones de infidelidad casi crónica son muy diferentes de la presencia de la “traición” al pacto, al acuerdo fundacional como expresión de un momento de crisis en la pareja. Aquí la infidelidad es un síntoma; en la otra situación, es parte de la estructura.
La infidelidad síntoma puede ir tanto hacia la ruptura de la pareja como hacia un cambio profundo en ella. Si va hacia la ruptura, esta puede ser permanente o temporaria. Si es permanente, podemos pensar que la infidelidad actuó más como precipitador de la separación que como expresión de la disfuncionalidad. Y, en este caso, la disolución suele ser rápida.
En cambio, si la pareja no se disuelve, y realiza un profundo reconocimiento de la necesidad de cambio en sus pautas relacionales, la infidelidad es incorporada como una situación crítica, como otras que pudo haber atravesado la unión en su historia; lo que no es nada fácil.
El “infiel” puede cargar con la culpa durante toda la vida de la pareja, y el “traicionado” puede vivir permanentemente sintiéndose “menos” por haber sido engañado y por continuar la relación. Aquí, como podemos ver, es muy fuerte el significado que la infidelidad posee en el contexto cultural en que se desenvuelve la pareja.